Condena al turismo y al sector del ocio


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La improvisación se ha convertido en algo recurrente en este Gobierno. Las últimas previsiones del Ejecutivo respecto al sector turístico y de ocio son que quedará en secano absoluto al menos hasta Navidad. El cálculo del Ejecutivo es de ocho meses rasos por delante sin actividad de hoteles, restaurantes, bares o discotecas, como si eso fuese una solución mínimamente sostenible para cientos de miles de puestos de trabajo, y para el equivalente a más del 12 por ciento del PIB. El turismo es la primera industria nacional. Es lógica la indignación expresada por estos sectores con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. No solo no ha consultado con ellos un calendario razonable de retorno progresivo a la actividad, sino que los condena a la ruina sosteniendo que la «desescalada» laboral tendrá dos fases, y que a este sector le corresponderá esperar al menos hasta diciembre para reabrir. El Gobierno ni siquiera ha optado por soluciones parciales, y su idea de organizar un retorno parcial, mínimo y atomizado para bares y restaurantes, a los que se impondrá por decreto una restricción de clientela, es una auténtica entelequia porque solo un porcentaje muy bajo de ellos podrá cumplir las condiciones para reabrir, apenas el 10 por ciento según el sector. Pocos locales de ocio estarán en situación de cumplir la normativa de separación entre clientes que el Gobierno pretende imponer, y de poco servirá cualquier decreto para el sostenimiento objetivo de esos negocios. El Gobierno de Pedro Sánchez llegó muy tarde, demasiado tarde, al diagnóstico de esta crisis, y sus soluciones se basan en remedios ideados sobre la marcha. De hecho, sigue sin haber un plan realista de soluciones al coronavirus, y cada remedio se sigue presentando como algo prematuro, irreflexivo y autoritario.

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