La legendaria discoteca de la ruta del Bakalao que «fabrica fiesta» desde 1980 y rememora tiempos pasados

Pocos son los locales de Valencia que un día fueron el ‘edén’ de toda una generación los que siguen abiertos con el mismo objetivo que antaño: ser el punto de encuentro de evasión del ruido mundano.

La mítica ruta del Bakalao echó sus primeras raíces cuando España se encontraba sumergida en un mar de cambios, después de una dictadura que castigó el desarrollo de la vida nocturna, ralentizó la cultura popular y extinguió cualquier escena cultural y musical. 

Pero hay una de las legendarias discotecas que sigue «fabricando fiesta» desde 1980 y rememora tiempos pasados cada mes entre arrozales. Concretamente en Les Palmeres, una pedanía de la localidad valenciana de Sueca, en un antiguo secadero y almacén de arroz, se congregan centenas de jóvenes religiosamente. Se le conoce como la ‘Catedral de la música‘.

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«Todo empezó en 1980. Mucho antes de que se pusiera de moda la música que estamos escuchando hoy en día. Lo más seguro es que ya viniera tu abuelo, luego vino tu madre, ahora vienes tú, y en un futuro vendrán tus hijos. Porque hay cosas que nunca mueren; códigos, signos… si sabes reconocerlos, podrás forjar recuerdos increíbles. Tus mejores relaciones», relata una voz en off.

«Podrás decir que has vivido tu vida al ritmo de la música. Así que si ya sabes por qué estamos aquí, si sabes por qué nos hemos reunido, quiero que levantes las manos, que las levantes bien alto, porque hoy… hoy estamos en la Catedral. Esto es Chocolaaaa«. Así es como empezaba la sesión del DJ GNS, en un cierre especial de tres horas que sacudió la sala entera.

La producción del joven artista residente prometía hacer tocar techo a todos los presentes hasta las 8 de la mañana, cuando termina la fiesta en Chocolate.

«Quién le iba a decir a ese joven soldado que algún día sería el encargado de cerrar con una sesión de tres horas en el emplazamiento original, en el maldito secadero, totalmente reconstruido. Os espero a todos y todas en las tres horas más importantes de mi carrera profesional«, transmitió GNS en sus redes sociales un mes antes de la función.

El joven DJ residente de Chocolate, GNS, en uno de sus sets. GNS


El joven DJ residente de Chocolate, GNS, en uno de sus sets. GNS

Y la marea de aplausos llegó, con vítores incluidos, mientras el gerente y GNS se fundían en un abrazo que provocaba que se les saltase las lágrimas. 

«No tengo palabras para describir lo que se siente al decidir qué música suena en ese templo. Sin duda, fue una noche única y me quedará grabada a fuego para la eternidad», expresó el DJ en sus redes.

Mientras tanto, fuera del «templo» ya había amanecido. Los primeros rayos de sol pegaban con fuerza y a la salida algunos alzaban la voz para decir: «Una paelleta i mon anem«. 

Anteriormente, el movimiento valenciano se extendía de viernes a lunes. Quienes lo vivieron afirman que nunca faltó la paella de los domingos. Y de ahí la expresión.

Pero muchas horas antes, Age of Love -la temática de la fiesta- también cumplió su cometido: hacer vibrar a los asistentes. Por el set pasaron los artistas residentes David DTX, Alex Beat y Dani Polo. También el italiano invitado Gabber Eleganza.

El resurgir de Chocolate

Corría el verano del ochenta en Les Palmeres, y con un diseño revolucionario y vanguardista inspirado en la casita de chocolate que aparecía en el cuento de Hansel y Gretel abrió sus puertas lo que hoy por hoy es «un santuario de la electrónica en la escena nacional«; Chocolate.

Desde el primer día se convirtió en un punto de peregrinación. Lejos de ofrecer una sesión al uso, fue la primera discoteca en programar conciertos a partir de las 7 de la mañana, algo inédito en aquel entonces que suponía la continuación a la sesión nocturna.

Apostó por los sonidos más oscuros y góticos. De hecho, la música iba a la par con la ambientación; una sala con iluminación tenue en la pista de baile y con Toni Vidal a los mandos, más conocido como Toni El Gitano, que ponía ritmo y melodía a los primeros años de la sala.

En noviembre de 2004 se marcaría «la fecha final» para Chocolate. Sin embargo, el evento demostró, con la presencia de casi todos los DJ’s que en algún momento de su vida habían sido residentes y con un horario especial que se alargaría hasta más allá del mediodía, que la Catedral debía seguir abriendo sus puertas.

Discoteca Chocolate, imagen de archivo. EE


Discoteca Chocolate, imagen de archivo. EE

Fue entonces cuando se consideró y se decidió que la discoteca abriría con carácter puntual para poder congregar a un mayor número de Chocolateros.

Después de 26 años, en 2006, la discoteca cambia de dueño y de dirección. Es Lorenzo Monzó quien decide realizar grandes cambios para asentar definitivamente en la nueva escena nocturna a la discoteca, pues llevó como estandarte al prestigioso sello Contraseña Records.

Más adelante, debido a la crisis derivada por el cambio radical de las modas, Chocolate se vería obligada por segunda vez a bajar la persiana.

Es entonces cuando entra en escena el joven Salvador Fortea, nacido y crecido en el pueblo de Sueca y fiel practicante de la religión chocolatera. Adquirió el antiguo secadero de arroz y la marca y llevó a cabo uno de sus mayores sueños; perpetuar el espíritu de la Catedral de la Música.

Junto con Juan Alfa, quien por aquel entonces ya llevaba más de 10 años como director de seguridad y relaciones públicas, emprendieron un nuevo camino que no han abandonado hasta la fecha.

Los años siguientes fueron duros. La discoteca fue azotada por la crisis de 2008 y en 2012 apaga de nuevo sus luces. Pero este hecho no hizo que la ilusión y el esfuerzo por cumplir aquel sueño desaparecieran, sino todo lo contrario.

El proyecto de Chocolate se renueva y se adapta a los tiempos que corrían, dando paso a una nueva generación, tanto artística como tecnológica. Dani Polo y Alex Beat se unieron al equipo de DJ’s que formaban Oskar 41 y David DTX para acoger a todas y cada una de las generaciones criadas a golpe de bombo y platillo.

Tras la crisis del covid en 2020 y tras una profunda redecoración y diseño del local que se realizó en secreto, la sala recuperó su actividad como un espacio polivalente dedicado a cubrir el vacío existente de un espacio cultural de estas características en Valencia.

Interior de la discoteca Chocolate, en 'Age of Love'. Raquel Granell


Interior de la discoteca Chocolate, en ‘Age of Love’. Raquel Granell

La Catedral de la Música renació actualizada a las tendencias «más vanguardistas y eclécticas» de la música de baile actual, como lo son el hard dance, hard house y el hard trance, entre otros géneros.

También se adaptó a los tiempos que corren, a través de su presencia activa en las redes sociales o la puesta en marcha de diferentes iniciativas sociales, como la instalación de puntos violetas o la organización de lanzaderas para garantizar medios de transporte alternativos al uso de vehículo particular desde los principales municipios de la comarca.

No faltan tampoco protocolos para promover los consumos moderados y la dispensación responsable de bebidas alcohólicas.

La actual ‘ruta del Bakalao’

El movimiento de clubbing tan popular de la Valencia de los años 80 y 90 -la ruta Destroy, o del Bakalao- sigue más vivo que nunca; para los nostálgicos, aunque también para la generación Z, que busca experimentar los sonidos más profundos y estruendosos.

«Es la contracultura en su máximo esplendor«, comentaban dos jóvenes asombrados ante lo que estaban observando por primera vez.

Describían la escena como un viaje atrás en el tiempo cuando el parquin se llenaba de coches antiguos hechos polvo, con los maleteros abiertos, un altavoz gigante a todo volumen y la gente charlando. Mientras hablaban entre ellos, a su lado algunas personas bailaban gabber.

Geográficamente Valencia se encontraba en el sitio idóneo para que se diera un movimiento alternativo. El concepto cultural de la ruta del Bakalao fue «una apertura a la modernidad«.

Con discotecas como Chocolate se creó la noción de poder participar en un movimiento y considerarse parte de un colectivo. Hoy en día, hijos de aquellos jóvenes de la época se sienten parte del legado de aquella movida valenciana. Y rememoran, aunque de manera distinta, aquellas noches que un día vivieron sus padres y sus abuelos.